… Se quedan dando vueltas a un diálogo interno destructivo que no les permite avanzar.
Usted entra a su oficina a las 9 am sabiendo que olvida algo, pero no recuerda qué. Busca en su agenda. A las 8 am tenía una desayuno con un cliente importante. Se había olvidado, se siente terrible y culpable. A continuación piensa:
– Soy un idiota, siempre meto la pata con mis citas, nada me sale bien, soy incapaz de manejar una agenda…
Según Seligman, autor del best-seller “Learned Optimism”, el diálogo interno que tiene la persona consigo misma define su naturaleza optimista o pesimista. Al enfrentar un problema, los pesimistas entablan un diálogo interior con las siguientes características:
– Es permanente. La persona interpreta que las causas del mal evento ocurren siempre en el tiempo: “siempre meto la pata en mis citas”.
– Es generalizador. El problema le ocurre en todos los aspectos de su vida: “nada me sale bien”.
– Es personalizado. Se culpan y ridiculizan los problemas que enfrentan en la vida: “Soy un idiota”. Hacerse responsable de sus problemas es una buena actitud, pero el diálogo interno pesimista buscar minimizar y humillar, y las convierte en desvalidas.
En algunas personas este diálogo interno no se detiene, cada frase las va amarrando con una soga hasta quedar totalmente inmovilizadas y desvalidas, haciéndolas sentir deprimidas y sin energía.
Las consecuencias médicas del pesimismo están probadas científicamente: afectan nuestro sistema inmunológico haciéndonos más vulnerables a enfermedades. Pero también afecta nuestro desempeño. Seligman narra su experiencia con vendedores. Su estudio demostró que aquellos vendedores que salieron evaluados como más optimistas vendieron 30% más que los otros. Pero hoy no solo en ventas se requiere ser optimista. Cada vez es más fuerte la competencia y enfrentamos problemas diariamente. Si nuestro diálogo interno es pesimista podemos perjudicarnos. ¿Cómo mejorar?
Generalmente nosotros somos más críticos con nosotros mismos que con los demás. Una forma de mejorar es cambiar la perspectiva e imaginar que la adversidad le ocurrió a un tercero. Por ejemplo, probablemente usted le diría a una persona que se olvidó la cita:
– No te preocupes, es la primera vez que te pasa, sé más cuidadoso la próxima vez.
Ser optimista no consiste en ser ciego a nuestros problemas. Por el contrario, nos permite analizar en qué debemos mejorar la próxima vez. El pesimista está tan lleno de oscuridad y le resulta difícil ver y aprender de sus errores.
Trate de estar alerta a su diálogo interno. No deje que sea un monólogo y discuta con usted mismo para rebatir argumentos destructivos. Por ejemplo, si comete un error y piensa que nunca hace nada bien, encuentre evidencias de lo contrario, piense en sus logros.
Cuentan que una señora lloraba afuera de un templo. Un monje le preguntó por qué lloraba. Ella respondió: “Porque una de mis hijas se casó con un vendedor de zapatos y la otra se casó con un fabricante de paraguas. Cuando hay buen tiempo pienso lo mal que le va a ir a mi yerno con sus paraguas. Pero, cuando el tiempo es malo, pienso lo mal que le va a mi otro yerno con los zapatos y también sufro.” El monje le respondió: “Señora, piense al revés, cuando haya mal tiempo, piense lo bien que le va a ir a su yerno de los paraguas y cuando haya buen tiempo lo bien que le va a su yerno de los zapatos.” A partir de ese momento la señora dejó de llorar y estuvo feliz.