Mucho se ha investigado sobre el impacto de las emociones y pensamientos positivos en las personas. Por ejemplo, sobre el efecto placebo. Este efecto ocurre cuando a un enfermo se le suministra pastillas “falsas”, como pastillas de azúcar, y éste se cura por sus expectativas de que la pastilla lo curará. En otras palabras, se cura por el poder de su propia mente. En las investigaciones, el 30% de los pacientes se curó por el efecto placebo.
Otra investigación reciente, la de Masaru Emoto del instituto Hado de Japón, demostró el poder de nuestras palabras y sentimientos sobre el agua. A través de fotografías microscópicas de muestras de agua al iniciar su congelamiento, observó diferentes patrones de cristalización molecular. Sorprendentemente, muestras de agua que habían sido expuestas a palabras y emociones positivas de paz y amor presentaban cristales armónicos y hermosos. Sin embargo, aquellas muestras que habían sido expuestas a emociones y palabras de odio e ira ni siquiera lograban cristalizarse y, si lo hacían, mostraban imágenes microscópicas de espanto.
Hace mucho que se habla de la importancia de las emociones y pensamientos positivos y de su impacto en nuestra vida. Pero, si eso es tan bueno para nosotros, ¿por qué vivimos en un mundo donde abunda la negatividad?
A una persona con sobrepeso le ofrecen chocolates. Sabe que no le conviene comerlos porque echaría a perder su dieta y engordaría más. Pero siente que el chocolate lo tienta. Finalmente no puede más y come. Recibe una satisfacción temporal, pero luego se siente culpable, irresponsable y más gordo. Si esta persona tuviese la capacidad de postergar la gratificación y hacer una dieta en serio bajaría de peso. Ya delgado, disfrutando el sentirse en forma y sano, si le ofrecieran un dulce sería muy difícil que lo aceptara, puesto que ha disfrutado los beneficios a mediano plazo de sentirse sano y delgado. Ya probó que el beneficio de no comer chocolate es mayor que la satisfacción a corto plazo de comérselo.
Lo mismo le ocurre al ego del ser humano con las emociones y pensamientos negativos.
Las emociones negativas le producen al ego un éxtasis temporal. El ego se recompensa y agranda a través de la negatividad.
Es por eso que en los medios, mientras más negativa sea la noticia mayor es el rating. Es por eso que las personas generalmente hablan mal a espaldas de terceros y es por eso que tendemos a ser pesimistas y negativos. Nuestro ego se empacha de chocolate negativo todos los días.
Algunas sugerencias para dejar la negatividad:
1. Cuídese de algunos medios de comunicación, no deje que lo llenen de negatividad.
2. Saque la cuenta acerca de qué porcentaje de noticias negativas se exponen en noticieros y periódicos; se sorprenderá. ¿Acaso todo lo que ocurre en el mundo es malo?
3. Tome conciencia a cada instante de sus pensamientos y emociones y trate de orientarlos hacia lo bueno, hacia la tolerancia, y no tanto hacia la crítica y la negatividad.
Buda les dijo a sus discípulos: “La mente es como una casa. Si está bien techada no entrará el granizo, la lluvia, ni la nieve”. Si la mente está bien protegida por la atención los estados mentales perniciosos no pueden permanecer en ella”.
Démosle atención a lo que nos sana, a lo que nos genera una realidad de paz y armonía.
Recordemos las investigaciones del doctor Morimoto sobre el impacto de las emociones negativas sobre el agua, considerando que nosotros somos 70% agua. Solo si somos capaces de orientar el entorno en que vivimos hacia emociones positivas, en el mediano plazo veremos los beneficios y satisfacciones que derivan de eso y será muy fácil rechazar el chocolate negativo.