El personal de Humberto está harto de que los dirija de forma autoritaria. Humberto no permite que nadie tome decisiones, trata de controlarlo todo y en su afán comete errores. No capacita a su personal para que crezca y asuma más responsabilidades. Su personal está desmotivado, tiene baja productividad y no aporta ninguna innovación hace años.
En casos como éste, normalmente culpamos al líder por su incapacidad de dirigir. Pero, ¿es siempre el líder el problema? Cuando encontramos en casa un yogurt rancio, podemos culpar al fabricante de vender productos malos. Pero también puede ser que el entorno del yogurt, es decir nuestro refrigerador, no haya sido adecuado. Similarmente, cuando un líder falla no sólo debemos evaluar al líder, sino a su entorno; es decir a sus seguidores.
Un buen seguidor debe tener las siguientes habilidades:
– Cuestionar:
Cuestionar las conductas del líder y evaluar críticamente sus estrategias y decisiones. Cuestionar procesos, normas y políticas que impidan la mejora y reduzcan la competitividad de la organización. El sistema educativo entorpece esta habilidad. Aún hoy en día, en algunas universidades y colegios, el profesor es el «sabio» dueño de la verdad que transfiere los conocimientos al alumno. El alumno es bien evaluado si repite lo que el profesor quiere escuchar. En el trabajo, evitamos cuestionar al jefe por temor a que nos evalúe mal.
– Comunicar:
Además de cuestionar, el subordinado debe comunicar adecuadamente al líder lo que piensa. Muchos logran reconocer problemas y cuestionarlos, pero usan esta habilidad para hablar a espaldas del líder. Los seguidores deben servir de espejos al líder para que éste tome conciencia de los aspectos que debe mejorar. Algunos líderes aceptan fácilmente las sugerencias de mejora de sus subordinados; otros son como piedras, difícilmente cambian. Pero recuerde, hasta las piedras duras del mar sucumben ante la paciencia y la persistencia del agua que las moldea a su antojo.
– Tomar la iniciativa:
Iniciativa implica empuje, creatividad y anticipación. Empuje para buscar oportunidades sin permanecer parado. Creatividad para hallar formas diferentes de hacer las cosas y resolver problemas. Anticipación para proponer acciones antes que las soliciten. El buen seguidor, además, por iniciativa propia expande su círculo de poder y toma decisiones. Sugiere al líder actividades y funciones que le pueda delegar. Busca capacitarse para asumir mayor responsabilidad, dejándole más tiempo disponible al líder.
– Automotivación:
Su motivación no se define por lo que el líder haga o diga. Lo motiva trabajar en lo que está alineado con lo que realmente quiere hacer en su vida. Encuentra significado a su trabajo y satisfacción profunda en contribuir y servir.
– Cuidar el corto plazo y los detalles:
El líder dirige mirando por un telescopio, adelantándose a lo que viene y transmitiendo su visión de futuro al personal. Pero sus seguidores deben avisarle si en el corto plazo hay precipicios que los lleven al abismo.
Un emperador quiso darle una lección a un grupo de oficiales muy dependientes y con poca iniciativa. Les pidió encender con una antorcha unos leños para iluminar un patio. Los oficiales estuvieron más de media hora tratando de encender los leños con la antorcha, pero no prendieron. Cuando estaban cansados, el emperador le dijo: «Esos leños no prenderán porque están húmedos». Similarmente, por más bueno que sea el líder, no podrá ejercer un liderazgo que ilumine nuestro pueblo si tiene subordinados «húmedos» que en lugar de colaborar, entorpecen su labor.
Como en la historia, eliminemos los malos hábitos que nos «humedecen» como seguidores. Permitamos que la primera chispa de nuestro líder nos encuentre listos para arder por nuestra propia cuenta.