Imagínese que es gerente de ventas de una empresa cuyas ventas están 30% por debajo de lo estimado. Su vendedor estrella se pasó a la competencia, llevándose sus mejores cuentas, y su jefe le exige que cumpla su cuota. Para colmo, expulsaron a su hijo del colegio y, según la psicóloga, parte del problema de su hijo radica en que casi no lo ve. Usted debe estar totalmente estresado y sintiendo dificultad para dormir, dolores de cuello y presión arterial elevada, además de estar consumiendo café y cigarrillos en exceso.
Esta situación es típica entre los ejecutivos de hoy. Nuestro cuerpo está preparado, desde épocas ancestrales, para reaccionar ante estímulos de peligro. Ante una emergencia, el cuerpo genera una respuesta automática que incrementa la presión arterial, los latidos del corazón, la respiración y el metabolismo, entre otras cosas. Esta respuesta “pelea/fuga” nos preparaba ancestralmente para pelear o correr ante un depredador.
Hoy en día no nos enfrentamos a peligros físicos sino mas bien mentales. Nos enfrentamos a estímulos que nos amenazan psicológicamente. Sin embargo nuestro cuerpo sigue desarrollando la misma respuesta “pelea/fuga.” Pero como no corremos ni peleamos, nuestro cuerpo no descarga naturalmente los efectos de esta reacción, perjudicando nuestro organismo.
Peor aún, cuando las personas viven períodos prolongados de angustia y ansiedad, el efecto “pelea/fuga” genera cambios permanentes en el cuerpo, como el incremento de la presión arterial.
Una pequeña chispa puede encender un fuego incontrolable en un edificio. Pero si éste tiene un sistema contra incendios, el calor activará automáticamente regaderas que apagarán el fuego. De la misma manera, en nuestro cuerpo, la ansiedad es la chispa que enciende la respuesta “pelea/fuga”. Pero nuestro cuerpo no tiene un sistema automático para aplacar el incendio del estrés, nosotros tenemos que activarlo. Este mecanismo, que el doctor Benson de la Universidad de Harvard llamó el “efecto de relajamiento”, rompe el ciclo vicioso del estrés.
El doctor Benson estudió los cambios fisiológicos de quienes practicaban meditación oriental y descubrió que la misma producía un resultado inverso a la respuesta “pelea/fuga”: disminuía la presión arterial, el ritmo respiratorio y el metabolismo.
En otras palabras, descubrió que nuestro cuerpo tenía su propio sistema para contrarrestar el estrés.
¿Cómo activar este efecto de relajamiento?
1. Escoja una palabra que le traiga sensaciones positivas. Por ejemplo: paz, Dios o felicidad.
2. Busque un ambiente tranquilo. Evite distracciones.
3. Durante 10 ó 15 minutos repita mentalmente su palabra. Si le vienen otros pensamientos a la mente, déjelos pasar y siga repitiendo su palabra.
El éxito de la técnica está en concentrarse en la palabra seleccionada. Si lo logra sentirá paz y bienestar en pocos minutos, y se relajará profundamente. Repitiendo este ejercicio, tomará distancia de los problemas y logrará un mayor equilibrio en la vida.
Cuentan que un niño se encontró una lámpara mágica. Al frotarla salió un genio que ofreció cumplirle todos sus deseos si prometía tenerlo siempre ocupado. Si no cumplía con esta condición, se lo comería. El niño inmediatamente pidió casas, carrozas, ropa, y otros bienes. Pero estaba preocupado porque ya no sabía qué pedir y el genio se lo podía comer. Finalmente, se le ocurrió pedirle al genio que subiera a un poste muy alto, y que luego bajara en forma repetitiva. De esta forma el niño lo tenía ocupado y lo usaba cuando realmente quería.
El genio es nuestra mente. Si la dejamos libre puede devorarnos con estrés. Como el niño en la historia, hagamos que desarrolle una acción una y otra vez, como repetir una palabra. Así retomaremos nuestra energía y paz para seguir la lucha por la vida.