Imagínese que está por viajar y delega en un subordinado la responsabilidad de llamar a un proveedor para elaborar una campaña urgente. A su regreso, le pregunta al subordinado por la campaña. El responde: “¿Qué campaña?”. Usted se lo recuerda, y él responde: “Ah sí, llame al proveedor pero se ha mudado y no pude contactarlo”. Lo más probable es que usted explote en ira, a menos que haya tomado un sedante o practique meditación.
Al subordinado le faltó iniciativa, lo que según un estudio reciente de Korn & Ferry es la competencia más buscada por las empresas al contratar.
¿Qué es la iniciativa? Según el diccionario de la Real Academia es “adelantarse a los demás en hablar y obrar”. Un componente explícito de esta definición es el concepto de adelantarse en las situaciones o en la resolución de los problemas. Sin embargo, implícitamente, está la importancia de hacerse responsable de los problemas y la de tomar riesgos para resolverlos.
Para evitar incendios en los edificios, pueden instalar regaderas que se activen por sensores ante un aumento de temperatura. Lo segundo mejor son alarmas con sensores de humo, que nos alertan del problema. Por último, pueden tenerse extinguidores para apagar el fuego. En su empresa, usted puede tener ejecutivos “regaderas” con mucha iniciativa. Apenas perciben un problema, responsablemente se anticipan y lo resuelven asumiendo riesgos en el camino. El otro tipo es el ejecutivo alarma de humo. Tiene la capacidad de anticiparse y alertarlo, le muestra el problema a tiempo, pero es dependiente, quiere que usted decida. Le falta la capacidad de hacerse responsable, de buscar soluciones propias y asumir el riesgo de resolverlo. El otro es el ejecutivo extinguidor, que no se anticipa, actúa cuando el problema quema, siguiendo sus órdenes para apagar el fuego. El peor de todos es el ejecutivo que no se da cuenta de que su área se incendia. Este último, solo se dedica a buscar a excusas para evadir su responsabilidad.
¿Cómo se forma la iniciativa? Los padres tienen mucha responsabilidad en la niñez. Hacerle la vida demasiado fácil al niño hará que de adulto espere que le resuelvan todos sus problemas. Pero, el otro extremo, el de tener muchas carencias en la niñez, merma la autoestima y nos convierte en personas inseguras. Como todo en la vida el camino es un buen equilibrio.
La educación en el colegio y la universidad también es importante. Una educación donde el profesor se limita a transferir conocimientos y el alumno es un agente pasivo receptor, posiblemente no formará profesionales con iniciativa. En esta educación existe una sola verdad: la del profesor, y el alumno se limita a repetirla. En cambio, si el profesor es un facilitador del aprendizaje, permitiéndole al alumno descubrir el conocimiento, buscar respuestas propias, experimentando y cuestionando, es más probable que forme iniciativa. Si estamos acostumbrados a hacer lo que dice el profesor, sin descubrir ni cuestionar, haremos lo mismo en el trabajo: esperaremos pasivamente que nuestro jefe nos dé las ordenes.
Pero no todo depende de la persona, fomentar la iniciativa también depende de la empresa. Un empleado, en los inicios de la empresa automovilística Ford, tuvo la iniciativa de crear un auto rojo. Cuando se lo mostró a Henry Ford, éste lo destruyó a martillazos con ira. Para Ford, sus clientes podrían tener el auto deseado, en la medida en que fuera negro. Similarmente muchos líderes destruyen la iniciativa de sus subordinados a martillazos.