Manuel está apasionadamente enamorado de Jennifer. La ve hermosa, inteligente, profunda y responsable. Sus amigos creen que Manuel está ciego y tratan de hacerle ver sus defectos. Ellos la perciben como inmadura e irresponsable y ni siquiera les parece bonita. Manuel siente que es la mujer de su vida. Con el tiempo, Manuel empieza a encontrar defectos en su pareja. Decepcionado, busca en otras mujeres su sueño de pareja. Finalmente la encuentra y deja a Jennifer esperando no equivocarse esta vez. Luego, la historia se repite…
Éste es el típico caso de una persona que se pasa la vida buscando la persona ideal que sólo existe en su mente. Lo curioso es que este fenómeno también se ve con frecuencia en el mundo empresarial.
Algunos jefes buscan al subordinado ideal para un puesto. Al ‘encontrarlo’, tienen su período de enamoramiento e idealización. Luego, toman conciencia de que no es su sueño de empleado y lo desprecian.
Si dibuja en una pantalla a un gatito pero proyecta sobre ella, usando gran cantidad de luz, un león enorme, sólo verá el león. El gatito de la pantalla quedará opacado por la fuerza de la proyección. De la misma manera, algunos se pasan la vida proyectando, desde su mente, imágenes idealizadas sobre las personas.
¿Por qué idealizamos? Una posible explicación psicoanalítica es que nuestro niño interno busca a sus padres en las personas que idealiza. Normalmente, el niño idealiza a sus padres como héroes, poderosos y perfectos. El niño crece y supera esta etapa, salvo dificultades o carencia de cariño. En estos casos, de adulto seguirá buscando mentalmente a sus padres idealizados en otras personas. Cegado con su proyección, cree alcanzar el ideal. Con el tiempo, descubre que el otro no es el ideal que buscó y se decepciona.
Otra explicación es la falta de autoestima. Algunas personas con estima baja se sienten inferiores, tontos o incompetentes. Idealizar a otros es una forma de mejorarlas mentalmente para seguir con la costumbre de sentirse minimizados.
¿Cómo saber si idealizamos en el trabajo? Pregúntese, a cuantos despidió por no cumplir sus expectativas o a cuántos descalificó sin darles nuevas oportunidades porque lo decepcionaron. ¿Divide a sus subordinados en grupos extremos, los extraordinarios y los regulares o malos, sin puntos medios?
Las consecuencias de desvincular permanentemente de la organización a personas porque no cumplen nuestras expectativas son desastrosas.
Se crea un clima de inseguridad donde nadie sabe quien será el siguiente. Los empleados no tienen reglas claras para sobrevivir en la organización. Quienes eran considerados extraordinarios, terminada la idealización, son considerados inadecuados. Por último, los costos ocultos de entrenamiento de nuevo personal y la demora en la curva de aprendizaje del puesto son enormes.
No debemos olvidar que todos los seres humanos tenemos defectos. Justamente, la labor de un jefe es ayudar al subordinado a mejorar y a superar sus defectos. No sacárselos en cara buscando excusas para despedirlo, salvo que haya cometido una falta grave.
Cuentan que cuatro personas agonizaban de hambre en un desierto. Al oír sus plegarias, Dios se presentó diciéndoles: “Crearé un bosque de manzanos donde podrán ingresar y coger sólo la manzana que más les apetezca. Sólo podrán avanzar sin retroceder”. Finalizado el recorrido, tres de los hombres comían felices su manzana. El cuarto hombre, angustiado, alegaba que estuvo buscando la manzana ideal pensando que habría una mejor más adelante. Al final se quedó sin nada.
Como en la historia, si queremos sólo el ideal, al final no tendremos nada.
No busquemos la perfección en las personas, busquemos perfeccionarlos y ayudarlos a crecer.