Para evitar esta situación es importante que comprendamos la verdadera razón de nuestro miedo.
Si estuviéramos en la selva y nos encontráramos con un tigre salvaje, nuestro cuerpo experimentaría la respuesta condicionada de ‘pelea/fuga’. Nos subiría la adrenalina y el cortisol que nos preparan ante una posible pelea o fuga. Subiría el ritmo cardiaco para bombear más sangre a las extremidades para pelear o correr, y al cerebro para pensar. Se evacuaría la sangre del estómago, la parte más vulnerable a los dientes de una bestia. Aumentaría la respiración para enviar más oxigeno a la sangre y finalmente se clausuraría la parte racional del cerebro para concentrarnos exclusivamente en correr o pelear.
La respuesta de ‘pelea/fuga’ es una conducta que se remonta a la época de las cavernas cuando el hombre era asechado por bestias salvajes. Hoy, cuando nos paramos al frente de un auditorio, nos ocurre exactamente lo mismo. Vemos a las personas como si fueran unos tigres salvajes que nos quieren comer y la respuesta ‘pelea/fuga’ se activa. A continuación describo los antídotos para este problema:
Piense en servir y no en pedir
Recuerde alguna vez en que usted le haya hecho un pedido a una persona que tenía autoridad sobre usted y que no conocía mucho. ¿Cómo se sintió? Ahora recuerde alguna oportunidad en la que usted quiso servir con amor y de forma desinteresada a una persona en las mismas condiciones que la anterior. ¿Cómo se sintió? Lo más probable es que en el primer caso tuviera miedo y en el segundo caso no.
Cuando nos paramos al frente de un público para pedir aprobación, admiración y aceptación, nuestro ego tiene mucho que perder. Nuestro ego entra en pánico al exponerse a una posible tragedia, a sentirse no querido ni aceptado. En cambio, cuando nos paramos al frente del público con una actitud de servicio, el miedo disminuye.
Si nos enfrentamos al público, con una actitud de entregarle lo mejor que puedo ofrecer, de enriquecerlo y ayudarlo, el miedo no tiene cabida.
Prepárese, prepárese, prepárese
Otro antídoto contra el miedo es prepararse. Los expertos recomiendan decir en voz alta el discurso por los menos 6 veces antes de darlo. Otro aspecto que contribuye a reducir el miedo es conocer anticipadamente a nuestra audiencia: ¿quiénes son?, ¿cuánto saben del tema?, ¿vienen obligados o por propia voluntad?, ¿qué preguntas pueden hacer?.
Como dice Malcolm Kushner: “La audiencia es como una rosa. Si la agarraras bien puedes disfrutar su belleza, pero si la coges mal, te hincas”.
No pierda la perspectiva
Una mosca bajo una lupa de gran aumento parece una bestia horripilante, pero cuando la vemos volar en su tamaño natural es un insecto insignificante. El miedo de hacer una presentación, es similar. Lo vemos como un problema enorme, pero en realidad debemos poner las cosas en perspectiva. Es sólo una presentación de 30’o 1 hora, ¿qué puede significar este tiempo en toda una vida?
El miedo de hablar en público se basa en tigres imaginarios que llevamos en la mente y que no tienen sustento en la realidad. Para vencer el miedo tenemos que arriesgarnos y enfrentarlo, aprovechando todas las oportunidades que se presenten para hablar. Cuando lo hagamos descubriremos que el tigre es sólo un espejismo.
Como dijo Franklin D. Roosevelt, “no tenemos nada que temer excepto al temor en uno mismo”.