Aprendiendo de nuestras decisiones

Las escuelas de negocios enseñan a través del método del caso. Un caso es una situación real de una empresa, donde el protagonista toma decisiones ante determinados acontecimientos y se describen las consecuencias originadas por dichas decisiones. Los alumnos toman conciencia de las decisiones acertadas y aprenden a evitar las equivocadas.

Nuestra vida es un caso real, como protagonistas hemos tomado muchas decisiones. Pero, ¿hemos tomado conciencia de las consecuencias de nuestras decisiones?

Si un niño decide poner su mano en el fuego, las consecuencias de su acción son inmediatas: siente ardor. El niño aprende lo que es el fuego y nunca más se acercará. ¿Qué pasaría si el cerebro del niño no enviara el impulso de dolor inmediatamente, sino después de unas horas? No podría hacer la asociación fuego/dolor y no aprendería su naturaleza. Posiblemente seguiría metiendo la mano al fuego y quemándose.

En la vida, muchas decisiones que tomamos no tienen resultados inmediatos. Cuando vivimos las consecuencias de nuestras acciones, olvidamos las decisiones que las originaron, desaprovechando la posibilidad de aprender la lección. Estamos tan estresados resolviendo los siguientes problemas que no nos damos el tiempo de reflexionar. ¿Qué hacer? Tomar conciencia.

Como ejercicio, escriba las decisiones personales y profesionales trascendentes que usted tuvo que tomar en su vida. Analice cada decisión y defina las consecuencias favorables o destructivas en el tiempo. Trate de deducir la enseñanza que le da la vida en cada decisión.

Las lecciones que yo he aprendido son:

1. Aprendí que hay decisiones que otras personas tomaron por mí en mi vida. El costo de tomar tus propias decisiones es hacerte responsable de tus actos y no tener a nadie a quien culpar. El costo de no hacerlo, es vivir con una sensación de impotencia y dependencia que es peor.

2. Aprendí que hay decisiones que decidí no decidiendo. Se tomaron automáticamente porque no tomé la decisión a tiempo. No decidir es una forma de no asumir la responsabilidad.

3. Aprendí que cuando decides basándote en tus valores no siempre ganas en el corto plazo. Sin embargo, todas las decisiones que tomé sin tomar en cuenta mis valores resultaron desastrosas en el largo plazo.

4. Aprendí que las decisiones más acertadas que tomé son aquellas que coinciden con mi dharma (misión de vida). Todos tenemos algo único que aportar a este mundo. Cuando emprendemos un proyecto alineado con nuestro dharma, el mundo se sincroniza para que todo nos vaya bien.

5. Aprendí que las peores decisiones personales y de negocios son las que tomé para inflar mi ego. En una época de mi vida emprendí varios negocios. Quería demostrarme que podía. Quería prestigio y sentirme importante. Terminé con varios negocios que no quería hacer, sin tiempo y con fuertes pérdidas económicas.

6. Aprendí que las decisiones que más felicidad me han dado son aquellas en las que pasé por encima de mí mismo buscando el bienestar de terceras personas.

Recibí esta historia por Internet: Un rey colocó una gran piedra obstaculizando un camino. Pasaron ricos comerciantes y hombres de negocios, pero ninguno removió la piedra. Sin embargo, un campesino que pasaba cargado de verduras, se detuvo y con mucho esfuerzo logró mover la piedra. Cuando recogía sus verduras vio que debajo de la piedra había un lingote de oro con una nota. La nota era del rey y decía: “El oro es para la persona bondadosa que se tome el tiempo de remover la piedra del camino”.

Tomar decisiones para beneficiar a los demás no sólo nos da felicidad, también nos da oportunidades para mejorar en la vida.