… En muchos casos esta ceguera temporal tiene su origen en la niñez.
Un ejecutivo, que no había cumplido sus metas, se reunió con su jefe, quien le preguntó por el avance de sus objetivos. Al tercer objetivo que el ejecutivo admitió no tener listo, explotó en ira y le gritó: «¡Es injusto! Me estás maltratando. He tenido una semana difícil y estoy harto de tu poca comprensión.
Un gerente general estaba reunido con un gerente de línea discutiendo su presupuesto. Cuando gerente le indicó que su unidad estaba perdiendo dinero, el gerente de línea explotó en rabia, diciéndole que los presupuestos están errados y se fue de la habitación tirando la puerta. Ese mismo día el gerente de línea no pudo dormir toda la noche por la angustia.
¿Cuál es el común denominador de ambos casos? Una reacción desproporcionada de las personas que recibían la crítica. La realidad no justificaba una reacción de ira y cólera de esa magnitud.
El problema es que nosotros percibimos la realidad a través de lentes mentales, que muchas veces magnifican las circunstancias. Los lentes mentales están constituidos por memorias, experiencias, prejuicios y creencias.
Cuando vamos al cine, tenemos al frente una pantalla blanca. Al empezar la película, la pantalla toma vida con una serie de imágenes proyectadas, que muchas veces creemos que son reales. Sin embargo, cuando termina la película tomamos conciencia que lo único que había al frente era la pantalla blanca.
Lo mismo ocurre cuando, a través de los lentes mentales, vemos un estímulo semejante a una experiencia traumática del pasado. Proyectamos en el estímulo, una película de emociones y sensaciones irreales. Estas emociones vienen de nuestra memoria subconsciente que se forma principalmente en nuestra niñez. Cuando los padres humillan, maltratan, o ignoran al niño, le generan experiencias traumáticas. Esas emociones se almacenan en la memoria subconsciente. Lo increíble de esta memoria es que es atemporal. Es decir, por más que pasen 30 años la emoción esta guardada con igual intensidad, como si hubiese ocurrido ayer.
El ejecutivo del ejemplo anterior, ante las preguntas del jefe, posiblemente recordó subconscientemente a algún padre gritándole: ¡Incapaz! ó ¡Tonto! Proyectó, como en el cine, una película de emociones y sufrimientos del pasado, en el jefe, haciendo que respondiera desproporcionadamente. El ejecutivo estuvo por unos segundos como en el cine, creyendo que la película era real. Lo peor de todo es que una vez terminada la proyección, tomamos conciencia de que hemos sobre reaccionado y nos arrepentimos.
En un artículo anterior mencioné que la mente es como un río de pensamientos. Siguiendo la analogía, las memorias subconscientes son ríos subterráneos de sentimientos que alimentan el caudal de pensamientos y emociones de nuestra mente. Pero, estos ríos subterráneos frecuentemente están contaminados, envenenando nuestra mente con emociones destructivas.
Nuestra responsabilidad como padres es enorme. Nuestra interrelación con nuestros hijos puede determinar la diferencia entre su fracaso y éxito en su vida. Nuestros hijos son como arcilla fresca, fácil de moldear con nuestras actitudes y acciones.
Cuando crecen son como arcilla horneada que produce cerámica. La cerámica es rígida y no es fácil de cambiarla. La cerámica tiene que vivir con la forma que le dio su creador.
Cuentan que una pareja pidió al rabino consejo para educar a su hijo de 12 años. El rabino les contestó «Han venido 12 años tarde. Los niños son como los árboles. Si haces un rajuño a la rama del árbol crecido, sólo afectarás esa rama. Pero, si haces un mínimo rasguño a la semilla, afectarás a todo el árbol».
Como padres cuidemos la semilla de nuestros hijos. De nosotros depende en gran medida que pasen sus vidas proyectando películas irreales o viviendo felices su verdadera realidad.