Si a la palabra valores le cambiamos la letra “v” por la “d” y modificamos el orden de las vocales, obtenemos la palabra dólares ¿De dónde viene la letra D? ¿De “Deshonestidad”? Ganar dinero no es deshonesto pero a veces, en el corto plazo, ser deshonesto sirve para ganar mucho dinero. Sin embargo, ¿qué pasa en el largo plazo?
Imagine que su administrador entra eufórico a su oficina diciendo: “Jefe, imagínese que nuestro proveedor no se ha dado cuenta y nos ha despachado más mercadería. Con estos productos adicionales podemos incrementar nuestras ventas en un 10% y el margen en 20%”. ¿Qué hace usted? ¿Vende la mercadería o comunica el error a su proveedor?
Nuestra respuesta a este dilema depende de nuestra concepción de los negocios. Para algunos, el único objetivo de los negocios es producir “dólares” a los accionistas. Bajo este paradigma, la respuesta inmediata sería lucrar con el error del proveedor y obtener mayores ingresos. Para otros, el objetivo de los negocios es generar bienestar a todos los involucrados: empleados, accionistas, clientes, proveedores y la comunidad. Bajo este paradigma, la respuesta sería devolver la mercadería.
Pero aun si nuestra concepción es sólo ganar dinero, al hacer un análisis de las consecuencias veremos que vender la mercadería es una decisión equivocada. Si lo hacemos, obtenemos más ingresos. Pero ¿cuál es el costo?
Si el proveedor descubre su error, podemos perder un buen aliado, y hasta nos arriesgamos a una demanda legal, lo que generará mala imagen y gastos legales. Por otro lado, el vender la mercadería es mandarle claros mensajes a nuestro personal: “Es válido robar si los otros no se dan cuenta” y “Vale aprovecharse de los errores de las personas”. Si su empresa comete algún error y un empleado sale beneficiado, como recibir más dinero en planilla, también se callará la boca.
La próxima vez que se enfrente a una decisión de dólares versus valores, reflexione sobre las consecuencias de sus actos. Seguro que concluirá que los costos sobrepasan los beneficios.
Otras formas de analizar los dilemas éticos para tomar decisiones, es aplicar la regla de oro: “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”. Al dueño de la empresa no le gustaría que un cliente aproveche sus errores y le robe su mercadería.
Otro método para tomar decisiones en valores, un aporte del Perú al mundo, es actuar cada día como si un “Montesinos” nos estuviera filmando. Es decir, si podemos dormir tranquilos con nuestros actos y palabras después de que han sido divulgados en los medios. ¿Cree que el gerente podría dormir tranquilo si existe la posibilidad de que todo el mundo sepa que se benefició con mercadería que no le pertenecía?
El último método para tomar decisiones éticas es la jerarquización de sus valores. Qué sentido tiene invertir nuestro dinero en comprar artículos decorativos para un edificio si no invertimos en sus cimientos. En cualquier momento se caería. Lo mismo ocurre con los valores. Hay valores que son los cimientos de la vida humana como: el respeto, la justicia, la vida, la verdad. Si privilegiamos los valores empresariales como eficiencia y rentabilidad, en desmedro de los valores que cimientan el edificio de nuestra vida, éste terminará en el suelo.
Cuentan que un maestro que meditaba mirando al norte vio a una persona corriendo. Ésta le contó que la perseguían unos ladrones para matarla y le rogó no delatarla. El maestro se volteó hacia al sur y siguió meditando. Cuando llegaron los malhechores, le preguntaron si había visto pasar a alguien. Si el maestro decía la verdad, matarían a la persona y eso iba en contra del principio de la vida. Si mentía para salvarla, rompería el principio de la verdad. El maestro respondió con genialidad: “Desde que estoy sentado en esta dirección, no he visto a nadie”.
Para decidir basándonos en valores, no basta jerarquizarlos. Hay oportunidades donde valores importantes se enfrentan. También se necesita imaginación moral para buscar alternativas que nos permitan mantener nuestra coherencia.