La integridad cuesta

Un gobernador que era muy íntegro y no recibía coimas fue llamado por el emperador en China. El emperador le dijo:

  • La gente habla muy mal de ti y eso me preocupa.
  • Pero emperador, cumplo con mis funciones, dijo el gobernador.
  • Sí, pero además quiero que te ganes a las personas de tu comunidad, dijo enérgicamente el emperador.
  • Así lo haré, dijo el gobernador bajando la cabeza.

Pasó el tiempo y el emperador nuevamente llamó al gobernador que en esta oportunidad vino con unas bolsas pesadas. El emperador le dijo:

  • Quiero felicitarte, ahora me han llegado excelentes comentarios de tu gestión. Aquí tengo 10 monedas de oro para ti.
  • El gobernador lo miró con una actitud humilde y le dijo: Emperador, no merezco su premio. La verdad es que anteriormente, las personas trataban de darme coimas y no aceptaba. Por eso hablaban mal de mí. Luego, como usted me pidió que me los gane, acepté todo tipo de coimas y empezaron a hablar de bien mí.

El gobernador trajo sus bolsas pesadas y las vació en el piso. Salieron cientos de monedas de oro. Luego le dijo al emperador:

  • Estas monedas son todas las coimas que he recibido, es su dinero mi emperador.
  • El emperador lo miró con lágrimas en los ojos y le dijo: Hoy me has dado una lección y mañana serás mi primer ministro.

Es mucho más fácil no ser íntegro. Recibes más dinero, solucionas los problemas más rápidamente, caes simpático a muchas personas, pero contribuyes con el cáncer de nuestra sociedad.

Además te alejas de la persona que anhelas ser. Recibes un beneficio en el corto plazo, sacrificando tu paz y consciencia en el mediano plazo. Ser íntegro en momentos de éxito y abundancia es más fácil. Pero nuestros valores se ponen a prueba en la crisis, donde existe la tentación de romper nuestros valores para alcanzar resultados.

Por David Fischman

Originalmente publicado en El Comercio, 2015.