Un ejecutivo sale de su casa relajado luego de tomar desayuno. Camino a la oficina, prende la radio y escucha noticias alarmantes. En el mundo no solo ocurren noticias terribles, pero esas son las que generan rating. Llega a la oficina con mucha adrenalina; se siente amenazado por las noticias. En la oficina se enfrenta a un sinnúmero de problemas: quejas de clientes, ofertas de la competencia, conflictos interpersonales e incumplimiento de metas presupuestales. Siente angustia, descontrol, impotencia. Al mediodía recibe malas noticias: un competidor extranjero, líder en el rubro, se instalará pronto en el país. Se imagina lo peor. La empresa podría quebrar, podría perder su trabajo. Se llena de pánico.
Terminado el día, camino a casa, quiere mantenerse actualizado pero nuevamente escucha noticias desesperanzadoras. Luego de un día de miedos, angustias y estrés sigue estresándose. Llega a su casa, ve a sus hijos y siente alivio, pero cede ante las presiones de su hijo para jugar videojuegos. Quiere ser un buen padre. Con su hijo, asesina virtualmente a cientos de enemigos. Se envicia, quiere seguir matando. La adrenalina generada es elevada, el suspenso y el miedo lo siguen cautivando, se siente estresado.
En la noche, con su esposa, ve televisión. Ve matanzas, descuartizados, asesinos, explosiones, buenos y malos, y experimenta suspenso, tensión y mucho miedo. Mientras ve televisión, decenas de comerciales que promueven antivalores van filtrándose en su cerebro.
Este puede ser un día típico de un ejecutivo de negocios, donde los protagonistas son la angustia y el miedo. Lo paradójico es que ninguno de nosotros anhela sentir estas sensaciones pero estamos todos envueltos en un sistema que lo refuerza. ¿Qué hacer?
Una balsa de canotaje desciende por el río a toda velocidad desde la altura hacia un lugar más bajo. Las personas en la balsa no necesitan hacer esfuerzos especiales para ir a favor de la corriente; solo deben cuidarse de las piedras del camino. La corriente los lleva hacia menores alturas. Sin embargo, si quisieran ir contra la corriente, el esfuerzo sería muy grande. Lo mismo le ocurre al ejecutivo, la corriente de la sociedad, de la globalización, lo lleva hacia pensamientos y sentimientos bajos, hacia el miedo, la angustia, el estrés. Está en su balsa bajando y tratando de evitar piedras en el camino. Sin embargo, si quisiera encontrar en su vida paz, tranquilidad y armonía tendría que hacer un esfuerzo muy grande contra la corriente.
En el trabajo tendrá que aprender a tomar distancia de los problemas, a vivir más despegado. Algo fácil de decir, pero difícil de implementar. Para lograrlo se requiere de alguna práctica espiritual, que nos eleve y nos haga tomar perspectiva para entender nuestra verdadera misión en la vida.
Un niño se llena de rabia cuando no entiende el porqué de su castigo. Sus padres buscan ponerle límites y ayudarlo a tener una autoestima sólida. El ejecutivo es como el niño enfrentando castigos y dificultades. Si solo percibe los problemas como castigos del destino, será muy difícil lograr el desapego. Pero si entiende que los problemas son para su propia mejora y crecimiento, su actitud cambiará radicalmente.
Por otro lado, en el resto de nuestra vida debemos remar contra la corriente y hacernos cargo de cuidar nuestro entorno externo e interno. Trate de evitar exponerse a la negatividad y el pesimismo de algunos medios, sobre todo noticieros. Evite exponerse a series televisivas que transmitan angustia o agresión y a videojuegos de violencia.